Sobre periodismo narrativo

Una declaración de intenciones bajo la premisa Martín Caparrós

Frente a la ideología de los medios, que tratan de imponer ese lenguaje neutro y sin sujeto que los disfraza de purísimos portadores de “la realidad”, relato irrefutable, la crónica dice yo no para hablar de mi sino para decir aquí hay un sujeto que mira y que cuenta.  Créanle si quieren, pero nunca se crean que eso que escribe es “la realidad”: es una de las muchas miradas posibles.

La base del relato “informativo” consiste en disimular el hecho de que hay alguien que cuenta: las “noticias” se presentan como contadas por nadie desde ninguna parte, producidas por una productora de objetividad, la Máquina-Periódico. Llevamos siglos creyendo que existen relatos semiautomáticos producidos por ese ingenio fantástico que se llama prensa; convencidos de que la que nos cuenta las historias es esa entidad colectiva y veraz.

Para conseguirlo, la Máquina-Periódico escribe en tercera persona- ocultando cualquier alusión a la persona- y pretende que lo que cuenta no tiene un punto de vista ni un sujeto que mira; que es “objetivo”. Esa es la base de su pacto de lectura, de su oferta a sus lectores y aquí lo vamos a romper: la Máquina-Periódico dice les contamos las cosas; créannos, esta es la realidad, los “hechos”. La opinión es otra cosa, mírenla en la columna de al lado.

En las crónicas que pretendemos aquí no les diremos que Oaxaca es así, las crónicas buscarán mostrarlo, no hay un resumen para sintetizar lo sucedido, intentaremos mostrarlo, humanizar los datos que ya no dicen nada, por su repetición infinita de verdades a medias.

Es una pena que la famosa objetividad sea imposible. No que sea una meta difícil, no que sea traicionada por este o por aquel, por esto o por aquello: que sea estructuralmente imposible. Todo relato es el relato de alguien: toda descripción de cualquier situación es el recorte que hace quien describe. Siempre se elige que historia contar, que parte de una historia importa contar. Pero los grandes medios no están dispuestos a aceptarlo, porque equivaldría a aceptar que sus discursos dependen de sus subjetividades- que no están entregando “la verdad objetiva-. Y siguen, entonces, con su simulación.

La prosa de la Máquina-Periódico – adocenada, distante, impersonal- es un intento de eliminar cualquier presencia de la prosa, de crear la ilusión de una mirada sin intermediación: una forma de simular que aquí no hay nadie que cuenta.  Aquí vamos contra esa escritura “transparente” que impusieron los diarios para que no se viese la escritura, para que no apareciera su subjetividad y sus subjetividades en esa escritura, para disimular que detrás de la máquina hay decisiones y personas.  Reponer una escritura, un sujeto que escribe y hay una infinita versión de las cosas.

El truco de la Máquina-Periódico ha sido equiparar objetividad con honestidad y subjetividad con manipulación, con trampa. Nos convencieron-convencieron a tantos- de que la primera persona es un modo de aminorar lo que se escribe, de quitarle autoridad. Frente al truco de la prosa informativa que pretende que no hay nadie contando, que lo que cuenta es “la verdad”, la primera persona se hace cargo, como se ha hecho cargo siempre la historia oral, dice:  esto es lo que yo vi, lo que yo supe, yo pensé- y hay por supuesto, muchas otras posibilidades. Dice, decimos: no es “la verdad” sino una mirada.